Era la semana santa del año 2000. Viajamos a la sierra a la ciudad de Ayacucho con J. y A. Una vez instalados salimos a recorrer por primera vez esta mítica ciudad de cielos increíblemente limpios. Una vez allá nos juntamos con T. y H. que habían llegado en una camioneta pick up con la que empezamos el recorrido de la campiña ayacuchana; mientras unos iban en la cabina, el resto íbamos en la tolva disfrutando.

El sábado, a las 3 de la tarde fuimos a las ruinas de la cultura Wari a 2830 m. El sitio arqueológico corona un enorme cerro en el que las nubes parecen poder tocarse. Íbamos con un grupo de turistas y empezamos a escuchar la charla de una guía turística mientras avanzábamos por el sitio. Lo primero que vimos fue una plazuela circular cavada en el suelo. Su piso y paredes eran de piedra y tenía unos 20 “asientos” cavados en las rocas . Según la guía, habían 2 explicaciones para este emplazamiento, para esta construcción de piedra en las alturas: la primera, que fue un centro religioso donde se reunían los sabios ancianos. La segunda, que fue una fortaleza militar que gracias a su altura sobre el valle permitía al pueblo Wari ver acercarse a sus enemigos. Dicho esto, hizo el amague de seguir adelante para que los turistas la sigan. Yo no me moví, me quedé esperando. De pronto la guía se detuvo y volteó para decir que había una 3ra teoría para explicar la ubicación y construcción de este sitio arqueológico, pero que no era muy conocida: que por su ubicación en las alturas, su forma redondeada, por alguna razón olvidada en el tiempo, servía para ser un punto de comunicación para tener contacto físico con seres venidos del cielo, seres que bajaban hasta posicionarse sobre la pequeña plazuelita redondeada y de alguna forma compartir encuentros con sus sacerdotes. Dicho esto la guía sonrío como si hubiera dicho una travesura, dio media vuelta y continuó el recorrido seguida por los turistas.

La visita guiada continuó por el resto del sitio y vimos los acueductos, tumbas, galerías y el museo. Luego de escuchar a la guía y su teoría alternativa, el sitio nos pareció aun mucho más importante e impresionante por lo extremo de su ubicación y supuesto propósito. Pero ya iba caer la noche y debíamos regresar, empezamos andar cuesta abajo en la camioneta. Para los que íbamos atrás no había algo mejor que ir en la tolva para apreciar los paisajes al atardecer; nos tumbamos para observar las innumerables estrellas mientras descendíamos por la silenciosa carretera. Luego de casi 10 ó 15 minutos cuesta abajo con las miradas fijas en el cielo, recibí un codazo. Era mi compañero que me decía a gritos que estaba viendo un objeto moverse entre el cielo estrellado. Yo sabía de qué hablaba porque también lo había estado observando durante ya algunos minutos pero no había dicho nada para ver si ellos también lo lograban ver. Pero además nuestro tercer amigo, JC, que iba atrás con nosotros también lo estaba viendo todo: una luz rojiza, diferente en forma, tamaño y altura para ser un avión o un satélite; con un brillo diferente para ser una estrella; que se movía a unos 2000 m. por encima de nosotros y sin que le oigamos hacer ningún ruido. Pero era sobre todo el brillo, la luz rojiza que despedía lo que la hacía tan llamativa, moviéndose zigzagueante por delante de un mar de innumerables estrellas en el cielo.

El escándalo que hicimos fue tal que adentro de la cabina creyeron que algo nos pasaba y les dijimos por la ventanilla que estábamos viendo algo en el cielo. La camioneta se detuvo y todos bajaron pero fue muy tarde: el objeto había desaparecido súbitamente de los cielos de la campiña ayacuchana.
666
2 comentarios:
posiblemente querian dejarse ver solo para la gete de la tolva, yo creo que pueden haber dejado semillas en el subconciente de los testigos, asi cada uno y a su particular manera despertara a su tiempo...quizas...
ala no
Publicar un comentario